Nápoles

Esencia del sur de Italia condensada en 2.500 años de historia

Nápoles, a la sombra del Vesubio

No se parece a ninguna otra ciudad italiana y no deja indiferente a nadie. Dos mil quinientos años de historia y donde las calles llenas de ropa colgada y los grafitis en las paredes forman parte de un arte que se completa en los numerosos palacios y templos. Un cúmulo de circunstancias que convierten a la capital de la Campania en un destino único.

Nápoles es una ciudad que esconde numerosas sorpresas. Es un cúmulo de arte pero también una urbe caótica y un poco decadente, sobretodo en algunos de sus barrios. Dicho esto añadir que Nápoles es una ciudad segura que conserva las huellas de las distintas civilizaciones que se han ido asentando en ella, donde se vive en una especie de mezcla entre el arte elevado al grado superlativo y la visión de un destino algo abandonado. El grafiti lo invade todo, paredes olvidadas y monumentos históricos. Parce como si los adolescentes no tuvieran otra manera de decir "Ti amo"; a estos mensajes se unen los de los grupos antisistema y como no, los carteles políticos y los avisos de las defunciones, habremos llegado a una especie de amalgama que algunos denominan "arte napolitano". Esta imagen también se traduce en el carácter de las personas, simpático, extrovertido, vociferante, con una dicción que tiene un cierto aire de canto. Siempre dispuestos a orientarte, orgullosos de su historia y defensores de la figura de Maradona.

Imprescindibles

* Centro histórico (Spaccanapoli)

* Convento de Santa Chiara

* Capilla de Sansevero

* Barrio de Santa Lucia

* Colina de Vomero

* Catacumbas de san Gennaro

* Castel dell'Ovo y Borgo Marinari

* Herculano y Pompeya

* Café Gambrinus

* Figuras de Pulcinella y del presepi


Nápoles desde el monte Sant Elmo
Nápoles desde el monte Sant Elmo
El monte Sant Elmo desde el Palazzo Reale
El monte Sant Elmo desde el Palazzo Reale

Una amalgama de propuestas

Pero que nadie se asuste, Nápoles puede que no esté en los circuitos de ciudades turísticas pero es una urbe que vale la pena descubrir. Tres días dan para una visión amplia, pero hay que añadir alguna jornada más si queremos acercarnos a los interesantes yacimientos de Pompeya y Herculano. A vista de pájaro Nápoles es una verdadera delicia, aunque para ello tengamos que subir con el funicular hasta el monte Sant Elmo. Si hacemos zoom y nos acercamos a cualquiera de la docena de iglesias del casco antiguo, veremos sin ninguna duda el mejor barroco del sur de Italia. Pero Nápoles es una ciudad con 2.500 años de historia que también se lee en sus entrañas. Descender a las catacumbas, introducirse en la Nápoles subterránea o pasear por debajo del convento de San Lorenzo Maggiore, es descubrir una ciudad debajo de otra, sea la de los muertos en las catacumbas de san Gennaro o san Gaudioso, la de los romanos o la medieval.

Después hay que volver a la superficie para disfrutar de agradables plazas como la Bellini, ir de compras por la Nápoles pulcra encarnada en las Vías Partenope, Alabardieri y Chiaia, asistir a una noche de ópera en el teatro San Carlo, el más antiguo del mundo y a la salida tomar un prosecco en el ambiente modernista del Gambrinus y como no, deleitarse con una buena pizza ya que cuentan que esta original forma de alimentarse se inventó en Nápoles. Y si nos queda algo de tiempo, hay que adentrase en las calles del casco antiguo y maravillarse con el colorido de las ropas tendidas que ocupan todo el ancho de la vía o rezar frente a las reliquias de cualquier santo y esperar que se produzca un milagro. De hecho, la sangre de san Gennaro se licúa tres veces al año en fechas señaladas sin un motivo científico aparente. Así es Nápoles.

Cuna de civilizaciones

Pero vayamos por orden. Sus primeros pobladores fueron los griegos a los que siguieron los emperadores romanos los cuales levantaron villas suntuosas. Después de la caída del imperio romano Nápoles se convirtió en un importante ducado hasta que en 1137 cayó en manos de los normandos. En el siglo XV pasó a formar parte de la Corona de Aragón que hasta 1734 acometió grandes obras en la ciudad, levantando numerosos palacios y murallas que aún se pueden ver en la actualidad.

De esta época se conserva la mole del Castel Nuovo, una inmensa fortaleza cerca del puerto, ennegrecida por el paso de los años, cuya construcción fue iniciada en 1279 por Carlos I de Anjou, siendo luego reedificada bajo el dominio de la Corona de Aragón. En la época anjevina el castillo se convirtió en un centro de cultura y aquí se alojaron artistas, médicos y literatos.

Castel Nuovo, fortaleza del siglo XIII
Castel Nuovo, fortaleza del siglo XIII
Castel Nuovo. Arco del Triunfo
Castel Nuovo. Arco del Triunfo

El Arco de Triunfo que constituye el acceso al castillo fue erigido para celebrar la entrada triunfal en la ciudad de Alfonso I de Aragón en 1443. Este monarca también eligió la fortaleza como residencia real pero le dio un carácter más defensivo. Las puertas de entradas relatan los episodios más importantes de la guerra mantenida por Fernando I de Aragón (también conocido como Ferrante I) sobre Juan de Anjou. En el interior destaca el magnífico patio y la llamada Sala de los Barones en el primer piso de clara influencia española en lo que respecta a su arquitectura. El nombre proviene de un trágico suceso cuando Fernando I, simulando una tregua con sus nobles rebeldes, durante el banquete nupcial de su sobrina con el cabecilla de estos, acabó con todos ellos. En los pisos superiores se encuentra el Museo Cívico con una colección de pinturas napolitanas del siglo XIX, además de las puertas de entrada originales.

Fortalezas de leyenda, palacios y art nouveau

Estamos en el barrio de Santa Lucia y justo al lado del Castel Nuovo se encuentra el Palazzo Reale. Construido para recibir a Felipe III que nunca llegó a visitarlo, fue la sede del poder napolitano durante tres siglos y su interior guarda aposentos reales, salas nobles y diversos tesoros. La entrada es por la pequeña plaza Trento e Trieste y cerca de esta se encuentran las elegantes Galerías Humberto I que datan de finales del siglo XIX y el Teatro San Carlos, el templo operístico más antiguo del mundo. Para completar la visita a esta zona hay que acercarse hasta la Piazza del Plebiscito, en el centro de la cual las dos estatuas ecuestres de Carlos III de Borbón y de Fernando I que miran hacia el gran Palacio Real; amplia y siempre animada, pasear tranquilamente por ella y admirar la arquitectura que la rodea es un verdadero placer. En el extremo opuesto al Palacio Real se levanta la Basílica de San Francisco di Paola que sigue el modelo grandilocuente del Panteón de Roma y en una esquina se encuentra el café Gambrinus que conserva la decoración interior art nouveau y donde tomar un café o aperitivo constituye un verdadero requisito indispensable.

Galerías Umberto I
Galerías Umberto I
Palazzo Reale
Palazzo Reale

Si descendemos por los jardines que rodean la Via Cesareo Console, pasaremos junto al monumento erigido en memoria de las victimas de la camorra y de la estatua de Julio César. Por la izquierda, siguiendo la línea de la costa por las calles Via Nazario Sauro y la Via Partenope, pronto alcanzaremos el Castel dell'Ovo, una fortaleza reforzada por potentes murallas que se levanta sobre el islote de Megaris. Rodeada de leyendas, fue el lugar elegido por el patricio romano Licino Lúculo para construir una villa exclusiva. Más tarde fue transformado en convento y en el siglo XII los normandos lo convirtieron en palacio fortificado. La visita es libre y desde lo alto de las almenas se disfruta de una buena vista. A los pies de las murallas del castillo se encuentra el Borgo Marinari, creado en la segunda mitad del siglo XIX para albergar a las familias de los pescadores y sus embarcaciones; actualmente las casas están transformadas en restaurantes y es un buen lugar para comer si nos apetece algo de pescado. El pequeño puerto deportivo de Santa Lucia brinda la mejor vista a las terrazas de los establecimientos.

A vista de pájaro

Desde la plaza Trento e Trieste parte la Via Toledo, un eje peatonal que nos introduce en el casco histórico de la ciudad. Flanqueada por palacios del siglo XVIII, estos nobles edificios han sido transformados en viviendas, tiendas, hoteles y sedes de bancos. Frente a las Galerías Umberto I, en la pequeña plaza Duce d'Aosta, parte el funicular que nos acerca hasta la colina de Vomero. Desde la estación final, aún tendremos que andar unos diez minutos siguiendo las indicaciones para llegar al castillo Sant'Elmo y la Certosa di San Martino que se encuentra justo al lado. Además de las vistas que proporciona su privilegiada situación, la cartuja de San Martino, erigida en 1325 y transformada en los siglos XVI y XVII, es uno de los mejores ejemplos del barroco napolitano. La iglesia, el coro y la sacristía son magníficos ejemplos de este arte. Tal fue el lujo en el diseño y la proliferación de mármoles, maderas nobles y marquetería que los padres cartujos fueron reprendidos por sus excesos. En una esquina del gran claustro resulta curioso y macabro el cementerio de los monjes con una balustrada repleta de calaveras de mármol. Interesante el museo dedicado al presepi (pesebre) con figuras de gran valor y el que recoge parte de la historia naval. Una visita sumamente recomendable.

La Certosa di San Martino es uno de los mejores ejemplos del barroco italiano. El lujo y la ostentación les valió una reprimenda a los padres cartujos de la época.

Centro histórico

Para visitar el centro histórico -Spaccanapoli- podemos bajar desde la colina Vomero o con el funicular de Montesanto que se toma en la estación de Morghen o a pie por la Pedamentina di San Martino, un largo tramo de escaleras que datan del siglo XIV, que descienden zigzagueando en fuerte pendiente.

El centro histórico napolitano conserva aún en su trazado la antigua estructura grecorromana: una planta de cuadrícula dividida por tres arterias viales, los "decumanos", cortados en ángulo recto por calles llamadas "cardini". La Piazza del Gesú Nuovo es la puerta de entrada al casco antiguo; allí se encuentra la iglesia del mismo nombre con un abigarrado interior barroco. Detrás de ella la plaza dedicada a Dante donde no falta la estatua del insigne poeta y el monumental palacio de Carlos III. A pocos metros, la plaza Bellini es una de las más simpáticas y concurridas de Nápoles -sobretodo por jóvenes- con históricos cafés y alegres terrazas. Y entre ambas, la tortuosa Via Port'Alba donde se concentran las librerías más emblemáticas para la venta de obra de segunda mano.

Junto a la iglesia de Gesù Nuovo, el antiguo convento de Santa Chiara luce un bello claustro donde destacan los frescos y los azulejos que decoran bancos de los jardines. Es otro de los monumentos que uno no debe perderse en su visita a Nápoles. La construcción del complejo monumental se inició en 1310 por voluntad del rey Roberto de Anjou y su mujer Sancha de Mallorca. Junto al templo dos conventos que fueron ocupados por clarisas y franciscanos -en una parte de él aún actualmente vive esta comunidad monástica-. De la iglesia gótica se pasó a mitad del siglo XVIII a un abigarrado barroco, pero un bombardeo en la II Guerra Mundial volvió a dejar las cosas en su sitio, pues la reconstrucción le devolvió el valor original. En su interior hay una capilla donde están enterrados varios miembros de la saga borbónica como Felipe de Borbón fallecido en 1777.

Claustro del convento de Santa Chiara
Claustro del convento de Santa Chiara
Mercado romano bajo el templo de San Lorenzo Maggiore
Mercado romano bajo el templo de San Lorenzo Maggiore

A partir de aquí, la Via Benedetto Croce que va cambiando de nombre a medida que avanzamos, nos deja a ambos lados innumerables templos de entre los que destacamos la iglesia de San Domenico Maggiore, en una agradable y colorida plaza, con un claustro reconvertido en sala de exposiciones; la capilla de Sansevero convertida en museo con sus célebres estatuas donde destaca el Cristo Velato y la Pudicizia, excelentes muestras escultóricas de mitad del siglo XVIII en las que parece que el velo de mármol que cubre los cuerpos sea talmente una seda; la iglesia gótica de San Lorenzo Maggiore en la Via del Tribunali debajo de la cual se ha excavado un extraordinario mercado de la época romana y el pequeño templo de Pio Monte de la Misericordia con la espectacular pintura de Caravaggio en el retablo del altar mayor. Todo esto antes de llegar al Duomo donde detrás de una austera fachada gótica se esconde una esplendorosa catedral. Destaca el techo y la capilla dedicada a san Gennaro, el patrón protector de la ciudad al que se le profesa una gran devoción; la sangre conservada como una reliquia tres veces al año se licua de forma milagrosa.

Capilla dedicada a san Gennaro en la catedral
Capilla dedicada a san Gennaro en la catedral

El milagro de la sangre de san Gennaro

San Gennaro (Javier) murió decapitado en el año 305 durante la gran persecución del emperador romano Diocleciano. Dicen que su sangre se recogió con una esponja rellenando dos cálices donde antes él había oficiado la misa.

En una capilla de la catedral se conservan sus restos y la sangre coagulada en un pequeño recipiente de cristal, dentro de una custodia. Tres veces al año se produce el milagro de la licuación de la sangre, el sábado que precede al primer domingo de mayo (fiesta del traslado de San Gennaro), el 19 de septiembre (celebración que recuerda su martirio) y el 16 de diciembre (fiesta que lo celebra como patrono de la ciudad). La creencia popular considera mal presagio que no ocurra el milagro. Una de las fechas que no se produjo fue en 1944, antes de la Segunda Guerra Mundial.

Las entrañas de la ciudad

En Nápoles se calcula que hay cientos de cuevas y catacumbas excavadas en el subsuelo, algunas de épocas muy antiguas -siglos II a IV d.C- donde fueron enterrados algunos mártires y otras que pertenecen a la época medieval. Las de san Gennaro y san Gaudioso son visitables y representan la cara oculta de la ciudad.

Las Catacumbas de San Gennaro situadas en la colina de Capodimonte, están formadas por un entresijo de pasadizos subterráneos y sirvieron de cementerio de la ciudad hasta el siglo IX. Se iban excavando a medida que aumentaba los enterramientos y las más antiguas datan del siglo II. Aquí se cree fue enterrado san Gennaro y su visita que es guiada, resulta sumamente interesante con algunos frescos muy antiguos y un montaje de arte moderno que le proporciona un toque de originalidad. Se encuentran algo apartadas del centro histórico, en la Via Tondo di Capodimonte, 13, junto a la basílica del Buon Consiglio.

Un billete combinado te da la posibilidad de visitar las de san Gaudioso, en el mismo barrio de la Sanità, a diez minutos a pie de las de san Gennaro. Debajo del altar mayor de la basílica de Santa Maria della Sanità que se levantó a principios del siglo XVII, se encuentra una cripta paleocristiana que permaneció muchos años enterrada por el fango. Desde ella se accede a las catacumbas cuya característica en este caso, era la disposición en una especie de asientos excavados en la roca donde se colocaban los difuntos para que una vez disecados colocarlos en el osario común. A la basílica también se la conoce con el nombre de San Vicenzo en honor a San Vicente Ferrer, un santo muy venerado por los napolitanos que cariñosamente lo conocen como "Il Monacone" (El gran monje). www.catacombedinapoli.it

Herculano y Pompeya

Son dos ciudades a las que la lava del Vesubio sepultó en el 79 d.C. Antes de dar una vuelta por los restos de estas ciudades cercanas a Nápoles, es más que recomendable la visita al Museo Arqueológico. Los materiales allí expuestos y recuperados de lo que fueron estas prósperas urbes, nos ayudarán a comprender muchas cosas de su historia. En el museo, uno de los más importantes del mundo en arqueología clásica, se exponen colecciones de esculturas clásicas, camafeos, gemas labradas, arte egipcio, objetos y frescos eróticos de la época romana, además de muchas otras piezas de gran valor.

Herculano era la ciudad residencial de los patricios romanos acaudalados y es un buen punto de partida en la ascensión al Vesubio. Parte de los edificios públicos siguen sepultados bajo el pueblo de Resina. Destacan las casas de Nettuno y Anfitrite, las termas con sus mosaicos, la Villa de los Papiros que fue una de las mayores bibliotecas de aquella época. Un paseo rápido por este yacimiento no nos llevará más de dos horas. Si hemos de escoger entre Pompeya y Herculano nos quedamos con este último que además, está más cerca de Nápoles.

Ruinas de Herculano con el Vesubio al fondo
Ruinas de Herculano con el Vesubio al fondo
Termas de Herculano
Termas de Herculano

Pompeya, de origen griego, fue una próspera colonia romana donde llegaron a vivir 20.000 personas. Aquí podremos ver toda la arquitectura característica del Imperio romano: teatros, anfiteatros, foros, basílicas, templos y termas. Durante el recorrido podremos hacernos una idea de cómo era la vida en Pompeya; veremos mosaicos, frescos, objetos carbonizados y moldes de figuras humanas en extravagantes posturas, las que tenían cuando les alcanzó el magma. Tal fue lo repentino de la erupción que las ciudades quedaron sepultadas guardando restos de gran valor. Vale la pena acercarse a la Villa de los Misterios a la que se llega atravesando la Puerta de Herculano, por el magnífico friso con 29 figuras a tamaño natural considerado una de las mejores obras pictóricas de la Antigüedad. www.arethusa.net

Pompeya con la imagen del Vesubio
Pompeya con la imagen del Vesubio
Frescos en la Villa dei Misteri
Frescos en la Villa dei Misteri
Restos de la ciudad de Pompeya
Restos de la ciudad de Pompeya

Para llegar. Desde la estación central de Nápoles-Garibaldi, salen trenes cada media hora -linea Circumvesuviana- hasta Ercolana-Scavi y Pompei Scavi-Villa dei Misteri. La primera está a unos 12 km y la segunda a algo más del doble.

                                                               GUÍA PRÁCTICA

Cómo llegar. Iberia y Vueling vuelan diariamente hasta Nápoles. El aeropuerto de Capodichino es relativamente pequeño y se encuentra a 9 km de la ciudad. La línea Alibus conecta el aeropuerto con Nápoles, con dos paradas, en la Estación Central y en el puerto, al lado del Castel Nuovo.

Cómo moverse. Nápoles dispone de una buena red de autobuses, un par de líneas de metro y funiculares que suben hasta los barrios más elevados. De todas maneras el casco antiguo es muy asequible y se puede hacer a pie. Para ir a las localidades cercanas lo mejor es el tren desde la Estaciñón Central hacia el sur y desde la de Montesanto dirección norte.

Artecard. Existen diversas tarjetas que te permiten descubrir los museos napolitanos y alguna de ellas incluye el transporte y también las hay que son válidas para toda la región. www.campaniartecard.it

Gastronomía. La pizza cuentan que se inventó en Nápoles. En Pompeya ya se encontró alguna receta que podía corresponder a una especie de pizza pero fue en el siglo XVI, con la llegada de los tomates de América, cuando las clases más humildes comenzaron a utilizar este producto -que en principio se creía venenoso- como aderezo.

Pizzeria Lombardi
Pizzeria Lombardi
Placa que acredita al restaurante Brandi como creador de la pizza Margherita
Placa que acredita al restaurante Brandi como creador de la pizza Margherita

Además de la pizza siempre cocidas al horno de leña y aderezada con diferentes ingredientes, tenemos los platos de pasta, donde el modo más original de presentar espaguetis, maccheroni (macarrones), fusili o tortiglioni es con fruti di mare. Otros platos típicos son el parmigiano di melanze (berenjenas con queso), el ragú a la napolitana y el risotto alla pescatore.

También son muy apreciados en Nápoles los helados que se toman en todas las épocas y dentro de las especialidades pasteleras el babà, una especie de bizcoccho con forma de tapón que en los restaurantes te lo sirven empapado de licor y el sfogliate, parecido al hojaldre pero más consistente y con crema.

Compras. No hay que marchar de Nápoles sin la máscara o la figura de Pulcinella, inventada en el 1656 por Andrea Calcese, alias Ciuccio.
Pulcinella entraña un personaje de la Commedia dell'Arte y representa al pobre, a veces maltratado, pero también pícaro que se las ingenia para salir de todas las situaciones embarazosas. El filósofo Benedetto Croce lo definió como el "retrato, la caricatura o el ideal del napolitano".

También son muy típicas las figuras del presepe (pesebre). Realizadas en barro por expertos artesanos las más elaboradas son verdaderas obras de arte. La Via San Gregorio Armeno está repleta de tiendas que venden estas populares figuras, algunas de las cuales representan a los personajes del momento. www.ilpresepedinapoli.it

Más información

Turismo de Nápoles www.visitnaples.eu

www.italia.it/es/ideas-de-viaje/ciudades-artisticas/napoles.html

ENIT Agenzia Nazionale del Turismo de Italia www.enit.it/es/

Texto y fotos: Jordi Bastart